Incubadoras Nac&Pop: cómo trabajan las fábricas de sueños digitales en la Argentina

Una idea original es algo precioso y frágil. Ha de ser cultivada en las condiciones apropiadas o bien su potencial se va a perder y no va a dar frutos. O al menos eso nos quieren hacer opinar los cientos y cientos de incubadoras de negocios que han empezado a propagarse por el país en las últimas dos décadas. El Ministerio de Producción da cuenta de cuatrocientos cincuenta y cinco de estas firmas solo en su Red Nacional, lo que representa un incremento cercano al 2500 por cien en frente de las diecisiete firmas que estaban registradas hace quince años.

Su objetivo es ayudar a crecer a emprendimientos jóvenes a través del asesoramiento, el aporte de capital o ambos. Dependiendo de su modelo de negocios, pueden adquirir una participación en estas nuevas compañías, un escenario muy atractivo cuando se considera que la Argentina ha sido cuna de 4 de los nueve primordiales «unicornios» de Latinoamérica, como se denomina a las firmas que adquieren una valuación de US dólares americanos mil millones.

El interés suele estar en tecnologías móviles, big data y entretenimiento, si bien algunas también se enfocan en desarrollos científicos y sociales.

Construccion de ambientes de trabajo rediseño de espacios de trabajo:

En algunos casos, las incubadoras hacen labores de aceleración cuando las start-ups alcanzan un mayor nivel de desarrollo. Múltiples de ellas son públicas: cincuenta responden a casas de estudios como las universidades de la ciudad de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán. En la mayoría de los casos, se trata de iniciativas privadas que procuran llegar primero al próximo Globant o MercadoLibre.

Criadores de unicornios
Pablo Di Paola fue presidente de la firma Condor Ventures y la operación latinoamericana de Tower Records. Ahora, con The Value Company, busca imprimirle una dinámica nueva al negocio de la incubación. «Nuestro modelo es bastante distinto», asegura a LA NACION. «Vamos de punta a punta. Somos incubadora y aceleradora, ya sea un tipo con un powerpoint o bien uno que factura US$ 3 millones, lo asistimos en la expansión».

Di Paola afirma que trabajan con un esquema de honorarios y que «si el proyecto es bueno, adquirimos parte de las acciones». La compañía comenzó a trabajar a comienzos de año con una inversión inicial de US$ 300.000 y, en ese tiempo, decidió acoger un total de siete emprendimientos de base tecnológica en campos como turismo, finanzas y big data.

«Tenemos un hit ratio más alto que el resto por trabajar con pocos proyectos», añade. «Miramos fundamentalmente el equipo, la idea y exactamente en qué industria están. Si las tres cosas cierran, podemos agregar valor».

Juan Ozcoidi lleva ciertos años más en este campo. Su incubadora, Itbaf, nació en 2008 como una empresa que desarrollaba apps de Internet. A partir de 2010, decidió enfocarse en el ecosistema emprendedor, en 2011 creó un programa de aceleración y desde 2014 se dedica a financiar startups especializadas en el desarrollo de juegos para videoconsolas. «Vimos un gran potencial para que los emprendedores se hallen con una ocasión inmediata de comercializar sus productos», narra. Conforme con sus cálculos, han incubado y acelerado más de 40 compañías a la fecha que han podido publicar sus respectivos títulos en distintos mercados, como Colombia, Ecuador, México y Perú.

«Hoy, concretamente, lo que vemos en el sector es que los desarrolladores tienen mucho talento y capacidad, son buscados por grandes empresas de afuera, como Cartoon Network o bien Electronic Arts, mas les hace falta un perfil de negocios -añade Ozcoidi-. Lo que hacemos es trabajar para potenciar esos perfiles en workshops creados específicamente para satisfacer sus necesidades sin tomar equity. Si vemos alguna ocasión de producir una asociación, les ofrecemos un contrato de publishing a fin de que aprovechen nuestra plataforma -Planeta Gurú-. Ahí también los acompañamos a tener una primera experiencia comercial con sus productos».